EL PRÍNCIPE DE LAS MAREAS
En la región de Normandía, se alza el Monte St. Michel, escenario de las mareas más impresionantes de Europa, puede ser isla o península al capricho de las aguas del Canal de la Mancha.
En medio de la lluvia salimos de
París con dirección norte. Atravesamos pueblos soñados, praderas verdes,
bosques y barreras de árboles, en perfecto orden, donde cada golpe de vista
parece una postal, el mal tiempo otoñal no disminuía la belleza del camino. Pero mágicamente, al divisar la silueta inconfundible de la Abadía St. Michel, el cielo se abrió y ese fue
nuestro mejor regalo
Sus muros encierran miles de
historias, leyendas y curiosidades.
Fundada a principios del siglo
VIII por San Aubert, Obispo de Avranches,
a petición del mismo Arcángel San Miguel que se había aparecido hasta en tres
ocasiones en sueños. Ordena la construcción de un oratorio donde depositó sus reliquias,
un trozo de capa roja y un trozo del
mármol donde el Arcángel había puesto su pie. Esto atrajo a muchos fieles y en
el transcurso de los años se convirtió en centro de peregrinación. En el siglo
X se instalan los monjes benedictinos. La Abadía Gótica surge el siglo XII, con
sus 3 niveles en los que destacan el claustro del siglo XIII, la iglesia
abacial, las criptas y la Sala de los Caballeros, un majestuoso recinto de
bóvedas y capiteles, de 24 metros de largo.
Por su ubicación estratégica fue objetivo
de ataques, quedó arrasado durante la guerra de los 100 años, se convirtió en
cárcel desde 1860 y durante la revolución francesa. Recién en 1922 se restauró el
culto.
En el 2015 se concluyó un largo
proyecto de restauración, construyéndose
una carretera de acceso con pilotes y pasarelas peatonales bien trazadas que nos
salvan de los movimientos de las aguas.
El bus nos deja a unos 2.5 km de
las murallas, en los nuevas zonas de parking, desde ahí se puede llegar andando,
en las originales “navette” (o shuttle, gratuitas) o en carros tirados por caballos (Maringote,
de pago), cualquiera que tomemos nos dejan siempre a 400 metros, que se caminan sobre las pasarelas.
Alrededor de la Abadía, una
pequeña y animada ciudadela medieval, de callejuelas estrechas y empinadas,
donde se concentran las tiendas, los bares y restaurantes.
Desde cualquier rincón las vistas
son increíbles, miles de detalles, de rincones, recuerdos imborrables.
Cuando sube la marea, el agua
rodea y el espectáculo es maravilloso. Y
como curiosidad, cuando la marea baja, es posible caminar alrededor del monte,
muchos peregrinos lo hacen, pero es indispensable contar con un guía experto,
ya que hay muchas zonas de arenas movedizas, es divertido verlos enterrarse
hasta la cintura y enseñar como se sale de estos terrenos.
Si llegamos en el día apropiado,
podemos encontrarnos con animaciones y conciertos en especial durante las
noches de verano como el Festival de Jazz en Baie, la maratón que cuenta con
5000 corredores que bordean el Canal de la Mancha o el Festival de Arte
Cristiano con talleres y festivales.
Como broche de oro, las Luces de
Navidad, cada diciembre, el Monte Saint-Michel se engalana con árboles y siete
kilómetros de pequeñas lámparas que cubren las murallas y las pareces de la
Abadía.
A todo se le suma una rica
gastronomía.
Nada le falta a este destino, por
eso es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y el lugar más visitado del interior de Francia.
De Silvia Socci
Para Destefanis Travel
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