Egipto, más que un sueño


El 8 de diciembre ya estábamos camino a Madrid donde pasamos un agradable día antes de tomar el vuelo hacia el esperado destino de El Cairo.

Llegamos a la capital egipcia de noche. A pesar de que era tarde, lo único que se escuchaba eran las bocinas de los autos. El tránsito era peor que el de Panamericana un lunes por la mañana. Desde el primer momento que pisamos El Cairo, ya todo nos pareció muy singular. Era muy gracioso ver como los autos se metían en contramano en medio de una autopista. Los autos podían estacionarse en donde su conductor quisiera, al igual los animales que andaban por pleno centro como si éste fuera su hábitat natural.
Un detalle importante, -olvidando que estábamos en el mundo árabe-, a mí se me ocurrió llegar a Egipto vestida con una pollera, un cancán y una remerita; claramente, mi atuendo no era el más adecuado para llegar al mundo árabe; lo primero que me dijo Abdul (nuestro guía) con su español entrecortado fue "Así no. Pollera no", recomendándome abrigos y pantalones largos para recorrer su país (después entendí porqué).
Tras media hora de viaje, llegamos al hotel. Éste era muy completo, en cuanto a servicio y diseño. Tenía espacios grandes, vegetación autóctona y una fantástica vista hacia las piramides de Giza. Los egipcios del completo siempre fueron sorprendentemente agradables y serviciales.
Al día siguiente comenzó la típica rutina turística, desayuno buffet, visitas, paseos. Pero acá, cada recorrido era increíble, las calles eran un mundo de gente, los monumentos fabulosos. Pero lo más grandioso fue poder apreciar la altura de las pirámides y su tan misteriosa construcción.
Martes 10 de enero, 05 am ya despiertos. Nuestra primera y más esperada excursión había llegado: Guiza, donde se encuentran las famosas pirámides de Keops, Kefren y Micerinos.
En esta ciudad también disfrutamos de un inolvidable almuerzo frente a la esfinge. De ahí nos dirigimos a la Necrópolis de Sakkara donde se encuentra la pirámide escalonada de Zoser.
La gigante y sagrada Mezquita de Alabastro, el interesante pero descuidado -sin climatización del ambiente, ni preservación de los objetos- Museo Egipcio (donde se encuentran los tesoros de Tutankamón) en frente de la famosa plaza Tahir, los jeroglíficos, las esfinges y sus perfectas caras de hombre y cuerpos de animal, las precarias viviendas, la ciudad de los muertos (edificaciones sobre tumbas), y los enormes parques naturales. De eso se trataba el monstruo de El Cairo.
Después de aprovechar esta interesante capital durante 5 días, nos esperaba un vuelo hacia Aswan, donde nos sorprendería el gigantesco obelisco inacabado, el templo de Philae, la gran Presa de Aswan, y a la noche el imperdible show de luces de los Templos de Abusimbel.
Al día siguiente era el embarque para el crucero por El Nilo. En el barco éramos muy pocos, la tasa de turismo había bajado tanto  -por el golpe de estado egipcio- que era íntregramente para nosotros. Tanto así, que hasta hicimos una fiesta de disfraces por toda la barca. Amanecer con esa vista de esos desiertos era único, y cada excursión era alucinante, paseos en camellos, visita a los pueblos, y recorridos por los fabulosos templos de Egipto.
La gran parada era Tebas. Los templos de Luxor y Karnak son los más conocidos del continente, por ser edificaciones tan inmensas y perfectas que uno queda a maravillado apenas ingresa.
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El obelisco situado en la Plaza Concorde de Paris es proveniente de este templo. Mehemet Ali, valí de Egipto influenciado por Jean-François Champollion, se lo obsequió a Francia a principios de 1830. Continando por el Nilo, fuimos parando por diferentes ciudades. Los desembarques eran en Kom Ombo, Edfu, y Esna, cada una con su templo, sus recorridos y jardines.


Después de alucinarnos en Luxor, visitamos la necrópolis de Tebas, el Valle de los Reyes y el templo funerario de Ramses III conocido por Madinat Habu y los colosos de Memmon.
Pero el recorrido por Egipto no terminaba, aun nos quedaba una ciudad, la más influenciada por el viejo continente europeo: Alejandría. Este centro cultural se conforma por bellas playas, puertos y antiguos edificios, pero lo más sorprendente, es, sin duda, la altísima columna de Pompeyo, rodeada de residencias típicas del país árabe y la Biblioteca, la más grande en su época que fue destruida por los romanos y reconstruida por la firma noruega Snøhetta.
Y así fue terminando nuestro viaje por este imponente país, que a pesar de los enormes problemas internos que padecían en el momento, la cortesía y amabilidad nunca faltaron.


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