Siguiendo la ruta de la Ostra

Recién abiertas con un toque de limón y acompañadas por un buen champagne es el maridaje
perfecto y tradicional, pero los más vanguardistas lo combinan con buenos vinos blancos secos o
rosados especiales y hasta se atreven con un tinto joven. En Irlanda (cuya producción es de
excelente calidad) las acompañan con cerveza negra y en Canadá con whisky. Además de crudas,
las ostras pueden consumirse en escabeche, gratinadas al horno o en brochette, un manjar para
los paladares más exquisitos.



A lo largo de la ruta de las ostras los “jardineros del mar” o criadores de ostras aseguran que las
mismas toman el sabor y color del terreno donde maduran y ya algunas regiones productoras
tienen su propia denominación de origen. Una buena ostra debe tener un cuerpo gelatinoso,
textura tersa y sabor fresco, como un bocado de mar con leve matiz de avellana o nuez.


Si pensamos en Francia, los amantes de este exquisito molusco, pueden seguir esta ruta partiendo
de Paris, que es la ciudad europea que más consume y sus restaurantes la ofrecen en platos muy
variados, además de visitar esta maravillosa ciudad que siempre tiene algo nuevo que ofrecernos
o algún rincón que no importa si ya se visitó más de una vez.


Desde Paris, se sigue hacia la región de la Normandía, donde además de visitar el Monte y Abadía
de St-Michel, también se puede degustar sus ostras muy apreciadas, carnosas y con alto contenido
de iodo.

Siguiendo la ruta, Bretaña, en especial el golfo de Morbihan, una de las bahías más bellas del
mundo, y en especial la bella localidad de Riec-sur-Belon y otros pueblitos costeros con mucho
encanto, son enclaves donde se crían estos moluscos y donde, en algunos casos, se pueden
comprar directamente a los ostricultores.



A continuación, Charente-Maritime especialmente maduradas que les otorga una sabor a « tierra
marina », y un gusto que se alarga en boca.



La región de Aquitania, cuya renombrada capital Bordeaux o Burdeos es reconocida por sus vinos,
también sabe a ostras de Arcachon, que debido a su alimentación transmiten aromas vegetales y
minerales muy especiales. Esta importante zona, con sus castillos como en los pueblos de St
Emilion y Monbazillac que mantienen intacto el encanto medieval del suroeste francés, es
imperdible para conocer la Francia del interior.


A partir de esta región hay que traspasar la frontera española, cruzando el País Vasco para llegar a
la región de Cantabria donde San Vicente de la Barquera es el productor principal. Todo el
recorrido en auto lleva unas cinco horas, pero vale la pena seguir el instinto y parase en varios
pueblos y ciudades, Hondarribia, San Sebastián, las encantadoras playas de Zarauz, Bilbao, Castro
Urdiales y Santander.


Excelente paisajes y pueblos como fondo para degustar ostras de alta calidad que llega a los
distintos restaurantes de la zona a un mejor precio que en Francia.


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