Dos días de magia en Praga

A partir del paquete Europa del Este de Destefanis Travel decidí viajar a Praga.


Llegué a horario. En el aeropuerto todo estaba señalizado en inglés, checo y chino. Éste era común y corriente, nada del otro mundo. Pero si había muchos prototipos de turistas: grupos de jóvenes, parejas de la tercera edad, estudiantes, familias o viajeros a solas con sus alter egos -esta sería mi categoría-, con tantas ganas de descubrir el corazón de Europa como yo.


Apenas llegué al hotel, volví a salir para recorrer la ciudad sin valijas ni dirección alguna. Así nomás, me fui a dar vueltas por las plazas que rodean el centro de la ciudad hasta que subí el monte y me adentré en un parque.

Cuando se hicieron las 19:30 me di cuenta que estaba totalmente perdida dentro del predio. De repente aparece un guardia vestido con uniforme de militar y se dirige hacia mí con la palabra “Mrs.”, no sabía si me iba a retar o qué pero yo enseguida le pregunté “Can I go this way?”. Dándome el okey, el serio señor me hizo pasar por un túnel oculto.
Le agradecí y continué mi paseo hasta que se hicieron las 20h, momento en el cual se me acercan otros tres militares para preguntarme qué hacía en el parque a esa hora y decirme que el parque estaba cerrado, que estaba prohibido el ingreso, y que para salir me tenía que quedar con ellos para atravesar el castillo. Me puse a conversar con uno de ellos sobre el mundial de fútbol hasta que subimos el monte y salimos por una puerta trasera de la fortaleza. Resulta que estaba candentemente perdida en los jardines del Parlamento Checo.
Seguí caminando por la zona, donde se encontraban también jardines, edificios y estaciones llegando a un área más residencial. Estaba atardeciendo, así que decidí volver al hotel, total, tenía todavía un día más en la bella Praga.
7:00 am y los punzantes rayos de sol ya se colaban por la ventana de mi cuarto ubicada en el altillo del hotel, indicándome que era hora de empezar mi recorrido por la Ciudad Dorada.
Alrededor de las 9:00 de la mañana ya estaba en la plaza principal del casco antiguo de la zona: la Old Town Square, una de las plazas más animadas y bellas que he visto en mi vida.
No hay hora alguna en la cual no haya artistas independientes, jóvenes y ancianos tocando sus violines, guitarras, acordeones y hasta algún piano. Esta plaza es para quedarse horas y horas. Nunca nadie podría aburrirse en ella.
Sin embargo, yo tenía que seguir, ya que Praga tiene numerosas maravillas más que esta emblemática plaza.  
Tenía muchas ganas de caminar, recorrer, subir, bajar. Así fue que sin mapa y sin itinerario me dirigí hacia la parte alta de la ciudad, y cruzando uno de los tantos puentes que conectan los barrios redescubrí el parque donde había estado el día anterior. Subiendo hasta la cima me encontré con la Petrin Hill, una especie de mini Tour Eiffel a la cual se podía acceder para deslumbrarse con la vista más panorámica que se puede tener de Praga.

Desde allí se puede entender de donde viene el nombre “La ciudad de las cien torres”. Se podía ver todo: la catedral St Vitus, el Castillo de Praga, la Iglesia San Nicolás, el Monasterio, la Ópera, y muchas otras cosas. El espectáculo era magnifico. Las cúpulas verdes me recordaban a Hamburgo, las fachadas de colores a los Países Bajos y los techos naranjas a la ciudad del Cuzco.  

Perdiéndome por el Little Quartier me encontré con la iglesia de San Nicolás que había ya percibido desde lo alto. En su capilla, hermosa por dentro y por fuera, Mozart tocaba el órgano. Cerca de allí se encuentra también el museo de la música, imperdible en una ciudad como ésta, sobre todo para los amantes de las filarmónicas y sinfónicas. Otra capilla monumental del siglo XVI es donde se encuentra la Infanta de Praga, una estatua del niño Jesús, la cual, ubicada arriba en el altar, cambia de vestuario regularmente. La figura porta diferentes vestidos dependiendo el día. Representantes de diferentes países vienen a vestir a la infanta con sus vestimentas típicas. Desde ahí y ya cruzando la Nerudova Street uno puede encantarse con las diferentes casitas de variados colores que convierten la arquitectura praguense en un verdadero cuento de hadas.

Hacia el noroeste del centro se encuentra el museo judío, el cual se divide entre diferentes monumentos dispersos sobre el antiguo barrio hebreo, conocido en checo como “Josefov”. A pesar de haber sido destruido a finales del siglo XIX, hoy, el barrio se encuentra totalmente restaurado y conservado. Una de las causas de este notable cuidado es la cantidad de judíos presentes en Praga desde su fundación hasta la actualidad. 


Resaltan el escritor Franz Kafka, el compositor Gustavo Mahler o el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, entre muchísimos otros. Todos los monumentos son históricamente valiosos y admirables, pero el más impresionante es la Sinagoga Española.

Del otro lado del Río Moldava, en el área más valiosa de la ciudad se encuentran dos imponentes monumentos: el Castillo de Praga, conocido por ser el más extenso de Europa, ubicado en lo alto de la meseta, junto con su muralla eterna y sus parques impecablemente cuidados que atraen a miles de turistas diariamente; y la Catedral San Vitus, la cual se impone, con su preservado estilo gótico, en lo alto para llamar la atención desde cualquier sitio. Dentro de ella, sus vitraux de todos colores iluminan la iglesia en forma de arco iris gigante.  

Bajando por el parque, llegué al Lennon Wall (¡sabía a dónde quería ir!), un pequeño pero colorido y emotivo muro al músico británico. Durante el régimen comunista, en esta pared se escribían frases que reclamaban libertad pero fue a partir de su asesinato el 8 de diciembre de 1980 que este muro se convirtió en un fiel homenaje a John Lennon. Lo que comenzó con un simple retrato del Beatle hoy está lleno de color y palabras relacionadas a su obra musical.
En esta parte se encuentra, además, el museo de uno de los escritores más deslumbrantes de la literatura universal: Franz Kafka.Para volver hacia la Old Town, hay que cruzar el Charles Bridge House, un histórico puente conocido por sus increíbles vistas y sus colosales esculturas. Éste conduce a los puntos culmines de la historia y el arte checo en Praga: el Teatro Nacional, más allá el Museo Nacional, luego la Ópera y por último la el ayuntamiento de la ciudad. En la parte nueva se encuentra The Dancing House del reconocido Frank Gehry, que da inicio a la “Ciudad Nueva”, un barrio más bien residencial, fundado por el Rey Carlos IV a mediados del siglo XIV. Lindo para caminar sin prisa pero sin pausa.
Dejando de lado las delimitaciones sectoriales, hay dos aspectos notables en la ciudad de Praga: sus galerías y sus parques. Vayas a dónde vayas, “La madre de las ciudades” hace que te topes con alguno de estos dos sitios. La galería más importante es, sin dudas, la Art Gallery of Prague. Allí se exponen especialmente colecciones inéditas de grandes figuras del arte. Este verano fue el turno de Andy Warhol, Salvador Dalí y Alfors Mucha.
Con la admiración de estas obras finalizó mi recorrido por el corazón de Europa.



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